28 noviembre 2006

Más cine, por favor (III)

Es lo malo que tiene el no salir por ahí en una temporada. Cuando al fin gozas de una tarde libre de "libertad" con tu parejita, descubres que han cerrado tu garito preferido o tu bar de siempre. A traición. A mí me ha pasado con uno de los cines de mi barrio, los Duplex. El otro día miraba la cartelera ilusionado para ver a que película íbamos a ir, aprovechando que el niño estaba convenientemente vigilado por sus titos, cuando la no-presencia de esta sala en la cartelera del periódico me golpeó en la cara. ¿Habían quitado los cines Duplex? ¿Qué había pasado en el mundo exterior durante nuestra ausencia (forzosa) de la vida social?

Hay veces que la vida parece pasar de golpe. Cuando descubres que un pedazo de tu historia personal ha desaparecido, víctima del progreso o de lo que sea, y lo peor es que nadie te ha preguntado ni te ha pedido permiso. En Aguadulce, sitio donde veraneaba y donde conocí a la que hoy es mi mujer, nos encontramos un día con que había tirado el murillo que delimitaba el antiguo paseo marítimo. Un murillo en el que habíamos pasado horas y horas pelando la pava y comiendo pipas. Yo había pasado más horas sentado en ese murillo que en cualquier otro lugar del mundo. Ese murillo nos pertenecía de alguna manera. Nadie nos preguntó si se podía tirar o si queríamos un cascote de recuerdo. El Plan General de Ordenación Urbana de 1997 no contempla los recuerdos de los que vivimos nuestros veranos allí.

Los cines de barrio son una especie a extinguir; están mucho más amenazados que mi amado lince ibérico, incluso. Yo ya he visto cerrar unos cuantos y llevo sus nombres en mi memoria, la memoria de muchas e imborrables horas de oscuridad: Covadonga, Royal, Salamanca, Tirso de Molina, Bogart... Los cines Duplex se han ido y en su lugar abrirán una sucursal del Banco Hispanoamericano, como cantaba Sabina. No puedo dejar de tener un cierto sentimiento de culpa por no haber ido al cine en todos estos meses. Así que, amigo filisteo, ve al cine siempre que puedas. No te refugies en esos DVDs piratas que te bajan tus sobrinos de internet o que compras en la manta, ni siquiera en esos multicines del centro comercial, tan chulos, tan modernos, tan asépticos, tan frios. Hazlo o un día verás que ese cine donde esperabas a tu novi@, que siempre llegaba tarde, o donde te reunías con tus colegas, o a donde llevastes a tu hijo por primera vez ha desaparecido en virtud de nosecual modernidad. Entonces la vida habrá pasado y no habrá nadie a quien pedirle cuentas.

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