21 noviembre 2006

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Ha inundado Gallardón la ciudad con carteles, pregonando sin rubor lo necesarias que las obras son. Nos aclara, por si a alguno se le había pasado, que si nada cambiase, nada habría cambiado desde los tiempos de la Maricastaña. O sea, que si las obras molestan y joden al personal, en el fondo es por nuestro bien y por el bien de los que vendran; dejaremos a nuestros descendientes una ciudad que será el asombro del Antiguo Mundo y del Nuevo también... siempre y cuando sobrevivamos y podamos dejar descendientes.


Yo, humildemente, aconsejaría al preclaro Gallardón que, ya que tiene las elecciones ganadas, se ahorrase el autobombo, que siempre queda un poco paleto. Claro que yo no estoy muy metido en la política municipal (ni siquiera he votado en esas elecciones raras de la semana pasada), pero por lo que he oido a la gente le toca un poco la moral la campañita de las narices; no hay peor cosa que mentar la soga en casa del ahorcado, o sea, las obras al madrileño que las sufre. Ya sabemos que obras hay que hacerlas algún día, pero ¿hay que pasar del siglo XIX al XXI de una tacada? Amado Gallardón, deja alguna obra para el siguiente alcalde, que no vas a dejar nada que hacer a la que te suceda. ¿He dicho "la"? A saber en qué estaría pensando yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena web amigo Currok, muy lograda, un saludo de tu amigo Guillermo de Universrealmadrid.