06 febrero 2007

Pardiez

Es matemático: es acabar un libro de Alatriste y entrarme unas ganas horrorosas empezar a gritar voto a tal, salir a la calle embozado, con la toledana en el cinto y de apuntarme al Tercio para ir a Flandes o a donde su Majestad tenga a bien enviarme. Desisto siempre, primero, porque llevar una espada toledana al cinto por la calle está prohibido por ley, y segundo, porque el único tercio que conozco está en Canarias, que me pilla lejos. Un desastre. Los tiempos han cambiado y dudo que Diego Alatriste tuviera cabida en ellos. España ha cambiado el martillo de herejes por la alianza de civilizaciones. ¿Será bueno esto? Puede que sí, puede que no, como dice el chotis. Mejor para los herejes, seguro. Mejor para España, no lo tengo tan claro. Eso sí, seguimos siendo los mejores vasallos a la espera de un buen señor, que no es ni el Conde-Duque ni ZP, seguro.


De todos modos, tras ver la película de Alatriste y leer este su último libro, tengo claro que el cuerpo me pide más. Más que un largometraje, quizás las novelas pedían una serie de televisión, al estilo de Hermanos de Sangre. Así que desde estas humildes páginas, ruego a vuesa merced, Don Arturo Pérez-Reverte, tenga a bien ceder todos los derechos a los herejes de la cadena HBO, que conocen su oficio y no convertirían a Don Diego Alatriste en un sucedano del Doctor Nacho Martín (a.k.a. Médico de Familia), como sin duda sucedería si osase hacerlo con una productora de televisión de esta nuestra católica (es un decir) España.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué ganas de pegarme con un francés (fransuá) al terminar de ver la peli!
Como José Ángel viene de Jaén donde se habla bien bien, con entradas del diccionario toditas, te sorprenderías como yo al ir por Úbeda (ole El Salvador) y escuchar que fulano es un "hideputa".