Hoy se celebra 50° aniversario (quincuagésimo, que ya he oido decir por ahí "cincuenteavo" a alguna "presentadora-LOGSE") de la firma de la Declaración Universal de los Derechos del Niño. Por supuesto, estos derechos del niño se los pasan por el forro de los cojones prácticamente todos los gobiernos del mundo, pero, como para con los Derechos Humanos, es el ideal al que la humanidad debería aspirar. Todos los esfuerzos de nuestros gobernantes deberían estar encaminados a que los más débiles entre nosotros, los niños, tengan garantizados esos derechos por el único hecho de ser ellos. Algúna ministra española podría releerse este acuerdo, por cierto.
Pero el caso es que me encuentro en Ecuador, y aquí los periódicos no están llenos de noticias sobre los niños (en todo caso, para denunciar la explotación infantil en la frontera con Colombia), sino de las disputas entre paises de la zona. Ecuador y Colombia discuten por el asuntillo ese del 1 de Marzo de 2008, terroristas, bases gringas y esas cosas. Perú y Chile discuten por nosequé de espionaje y envidias. Venezuela, con el showman Chávez a la cabeza, se dedica a ir disparando cañonazos a las nubes (¡verídico!) para ver si llueve. Mientras tanto, miles o millones de niños sufren malnutrición en la zona, no tienen acceso ni a la más mínima educación y son forzados a trabajar en condiciones infrahumanas. ÉSA debería ser la principal preocupación de los dirigentes de estos paises, como la de todos los dirigentes del mundo, pero por desgracia parecen más interesados en discutir el sexo de los ángeles que de cuidar a los ángeles que tenemos entre nosotros.
En fin, que podría poner fotos horripilantes, para ver si alguien más se conmovía, pero no creo que sea necesario. Ha de salir de cada uno de nosotros, el preocuparnos por todos y cada uno de los niños del mundo.
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