13 abril 2007

Duchas

Los que vivimos a caballo entre hotel y hotel solemos desarrollar una serie de manías con respecto a nuestra estancia en las habitaciones. Unos abren todos los cajones, otras quitan lo primero la colcha o las cortinas y algunos se dedican a inspeccionar bajo la cama. En mi caso, mi cruz o mi obsesión son las duchas.


Puede parecer una tontería, y lo es realmente, pero sucede que cuando llegas a la habitación después de un vuelo agotador, lo primero que deseas es quitarte el pestazo a avión con una buena ducha que te relaje y de devuelva a la condición de ser humano. Así que te despelotas, abres el agua y... te pegas un ostión contra la pera de la ducha, que está puesta a la altura de un hobbit y no de un ser humano estandar. ¿Un accidente? Una conspiración a nivel mundial, creo yo.


Son legendarios los problemas de los occidentales en las duchas de los hoteles japoneses (como comprobó Bill Murray en Lost in Translation), pero muchos de esos golpes me los he llevado en hoteles situados en paises "altos", como EE.UU. Mi teoría es que los responsables de los hoteles situan las peras de ducha a esa altura para que, golpe a golpe, sus huéspedes se queden lelos y no se den cuenta de que les meten recargos abusivos en las facturas, como por ejemplo los 2 dólares cada vez que levantas el auricular del teléfono (y si cuela, cuela, deben pensar).

Pero si por un casual has evitado el golpe, porque uno es perro viejo "hotelero", aún queda el suplicio de adivinar cómo obtener una temperatura del agua que no te achicharre ni te congele. Imposible, por supuesto. Todo es parte del mismo plan para volverte loco. Los hoteles son en realidad palacios del sado-maso modernos, disfrazados bajo una cortina de tarjetas de fidelización y nombres rimbombantes para sus restaurantes.

En fin, que el tema da para mucho. Otro día podría contar la Lista De Cosas Que Hay Que Hacer Siempre Al Llegar A Una Habitación o disertaré sobre las infinitas maneras de cocinar un sandwich club (el alimento de los huéspedes por excelencia). Me queda un buen rato en la habitación para pensar en ello.

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