23 junio 2009

Diva

Me levanto, como casi siempre en una habitación de hotel que tardo en identificar, y enciendo la televisión. También, como casi siempre, me encuentro sintonizando el canal de TVE Internacional, que es aburrido pero al menos es aburrimiento patrio. No obstante, tengo la suerte de que sea la hora de Los Desayunos de TVE, que nunca suele ser (demasiado) aburrido. En este caso nada aburrido, ya que la invitada es Maribel Verdú, la Verdú de toda la vida, la que llevamos la tira de años viendo en la pantalla pero que aún es treintañera, y que viene de trabajar con F.F. Coppola, nada más y nada menos. Una chica maja, pero maja de verdad, que dice cuando le preguntan si el ser tan maja no ha jugado en su contra a veces:

- Es que he intentado hacerme la misteriosa y hablar poco y eso... ¡pero es que enseguida me pongo a a gesticular y a charlar y a reirme, no puedo, no valgo para eso!


Claro, el problema es que se supone que una estrella (y más si es de Hollywood) tiene que ser algo así como lejana e inescrutable, y por supuesto no se puede reir ni mostrarse alegre. Tú no cambies, Maribel, que los demás agradecemos mogollón que te quedes aquí y pasees por Madrid; otras se pueden ir a California o a donde quieran, con novio o sin él, que total para lo que dicen cuando se dignan a visitarnos, podemos pasar sin su augusta presencia.


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