21 agosto 2008

Luto

Llego de Guayaquil, apenas 24 horas después del trágico accidente que ha acabado con la vida de 153 personas, incluidas 10 tripulantes de Spanair. Me resisto a mirar por la ventanilla, pero aunque quisiera no vería nada, ya que aterrizamos por la otra punta del aeropuerto. Y me pongo a pensar...

Los aviones no se caen: los tiran. Un accidente aereo nunca es fruto de una sola causa, sino la concatenación de varios errores que coinciden en el tiempo. Buscar una explicación al accidente en estos momentos es, además de una tarea vana, un insulto a la profesionalidad de todos los que participaron en ese vuelo. Me encantaría que los medios de comunicación dejasen de hablar de "lucecitas rojas" o de "fallos en la refrigeración", porque no hacen más que confundir y asustar a la gente. Quizás dentro de unas semanas se pueda saber algo en el informe preliminar de la investigación, y hasta entonces todo serán conjeturas que los periodistas harían bien en guardarse.

Las tripulaciones de avión siempre tenemos esa certeza, en el fondo de nuestra cabeza, muy al fondo: el peligro existe. Al contrario que en otros trabajos, hay una posibilidad real de tener un accidente y que éste sea mortal. Es una posibilidad baja, muy baja, mucho más baja que la de un camionero de tener un accidente en carretera, pero existe y todos lo sabemos aunque no hablemos de ello. Solamente nos preparamos para que, si ese momento llega, sepamos responder de la manera más eficiente y profesional. Estoy seguro de que la tripulación de ese vuelo hizo todo lo que pudo, aunque no fuera suficiente. Mis pensamientos van con ellos y con todos los compañeros de Spanair.

Por último, volar sigue siendo la manera más segura de viajar. Es normal que ahora haya un buen número de personas que se lo piense a la hora de coger un avión, pero la verdad es que, con los números en la mano, lo que no sé es como hay alguien que puede coger el coche en un fin de semana de Agosto como el que viene, y lanzarse a la carretera. Ni los MD son aviones inseguros (¿nadie se preocupa de contrastar las estadísticas?), ni Spanair es una mala compañía (al revés, siempre ha tenido fama justo de lo contrario en el mundillo), ni ahora hay que lanzarse a cortar cabezas de mecánicos, ejecutivos o pilotos. Hay que tener calma (lo de exigir información a todas horas es comprensible pero imposible de satisfacer, según los momentos), estudiar lo que ha sucedido y aprender de los errores... y sobre todo, intentar por todos los medios que esto no se vuelva a repetir. Habían pasado 25 años desde el último accidente en Barajas. Que la próxima vez hayan de pasar 250 años o 2500 antes de que algo así vuelva a suceder.

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