27 marzo 2008

El centinela

La Semana Santa ha hecho que me pasase inadvertida la noticia de la muerte de Arthur C. Clarke, el último de los Big Three que vivía. Fueron él, Isaac Asimov y Robert A. Heinlein los que tomaron un género que allá por los 40 estaba confinado a las revistas pulp y lo elevaron a la alturas, cuidando la ciencia y maravillando con la ficción.

Para mí Sir Arthur siempre será el autor de 2001. Una odisea en el espacio, claro, pero también el divulgador incansable, el fomentador de la exploración extraplanetaria, el escritor que me hizo tener nostalgia de una Tierra de la que nunca he salido pero que sin duda nuestros hijos dejarán atrás un día. Quizás haya gente corta de miras que opine que un escritor de ciencia-ficción no es un escritor "de verdad". Peor para ellos. Nadie que no esté cegado por los prejuicios puede negar el valor literario de Clarke, Asimov, Heinlein. La ciencia ficción, dijo alguien, es la literatura de las ideas, esas ideas que mañana nos alejarán de nuestra bola de barro natal.

En su última aparición pública, Clarke soñó que ese primer encuentro con vida inteligente extraterrestre se hiciese realidad pronto. Por desgracia no ha tenido tiempo de contemplar ese acontecimiento, que con tanta maestría relató en Cita con Rama o El fin de la infancia (su mejor obra, según todo el mundo). Quizás un día levantaré los ojos y por fin tendré la confirmación de que no estamos solos en el universo. Ese día seguro que me acordaré de Arthur C. Clarke.

26 marzo 2008

Tradiciones

Me he descojonado con el anuncio que la cadena de televisión Sky Sports hace sobre el destino de los miles de hooligans británicos e irlandeses que este verano se quedan sin selección a la que animar en la Eurocopa 2008. Lo vi en esta página de El Mundo, pero yo me estiro un poco más y lo pongo aquí. Una vez más se demuestra que con un poco de buena voluntad, cualquiera se puede integrar en España, maracas en mano y tarareando el himno nacional, sin letra aún, gracias a dios.

17 marzo 2008

Semana Santa

En España poco queda del sentido religioso de la Semana Santa (las procesiones de Sevilla, el Cristo de Medinaceli y poco más), pero en México DF, desde donde escribo estas líneas, la cosa es diferente. Sobre todo lo es por la devoción a la Virgen de Guadalupe que inunda todo el sentir mexicano. Un Domingo de Ramos como el de hoy paseando por el santuario de la Virgen es toda una experiencia humana y religiosa; miles de personas rezando a la imagen de la Virgen y pidiendo favores al santo Juan Diego ¿Por qué no tengo yo esa fe que mueve montañas, la Fe del Carbonero? Bueno, cada uno es como es y cree como puede, supongo.